La ribera del Ter en el mes de julio

Garza saludando a los visitantes

A principio de junio realizamos una visita a la ribera del Ter con algunos buenos avistamientos. Aunque el guía que nos ilustró durante la visita ya nos avisó que de esa fecha en adelante cada vez sería más difícil encontrar aves en el río (por el calor del verano), Miguel Ángel y yo decidimos hacer un intento en pleno 10 de julio. El resultado fue…

…El resultado fue más o menos lo esperado. Varias de las especies que pudimos ver en la visita anterior ni se presentaron, pero aún así disfrutamos de un estupendo (y caluroso) día de pajareo.

Empezamos nuestra visita al pie del Museo, siguiendo el paseo del Ter. Lo primero que encontramos fue una paloma bravía (Columba livia) refrescándose entre la hierba y otra tarcaz (Columba palumbus) en la orilla opuesta:

Las palomas (de distintos tipos) son siempre las aves más abundantes.

Un poco más adelante vimos una gallineta (Gallinula chloropus) buscando alimento…

Entre los árboles, a contraluz y medio oculto por las ramas, la sorpresa del día (no por su rareza, sino porque no contaba con ver uno de ellos)… Un agateador europeo (Certhia brachydactyla) :

Las garzas también hicieron acto de presencia. Una garza real (Ardea cinerea) con abundantes manchas negras en el cuello (no sé si se trata de un ejemplar joven o de alguna variante a la que no estoy acostumbrado) sobre un árbol; y una garceta común (Egretta garzetta) pescando en el río:

Dos habitantes que se dejaron ver en la visita de junio y también repitieron en ésta ocasión fueron el ruiseñor (Cettia cetti) y el mirlo (Turdus merula)

…, aunque esta vez el mirlo no posó desde la rama, sino que se dejó ver en tierra durante breves instantes.

Seguimos adelante por el paseo del Ter hasta que llegamos a unas rocas que hacen un pequeño embalsamiento del río. Allí, un grupo de gaviotas patiamarillas (Larus michahellis), muchas de ellas jóvenes, se han hecho fuertes en esa porción del territorio:

Hasta tal punto que la competencia por un buen rincón para pescar es feroz:

Antes de dirigir nuestros pasos en otra dirección vemos a una familia de azulones (Anas platyrhynchos) refrescarse en la orilla…

… y a un saltamontes que, ¡no por no ser ave no merece una foto!

Abandonamos esta ruta. En algún lugar habíamos leído y visto algunas fotos sobre el Observatorio de pájaros ardeidos de las riberas del Ter (en Les Masíes de Voltregà), así que nos fuimos para allí. La verdad es que se trata de un lugar privilegiado para ver una gran cantidad de garzas nidificando en árboles enormes. Como dificultad, que el observatorio está al otro lado del río y hacen falta potentes prismáticos y/o teleobjetivos para disfrutar. El aspecto general es el siguiente:

Fijándonos un poco pudimos descubrir un joven ejemplar de garceta común (Egretta garzetta):

Y otros nidos de garcilla bueyera (Bubulcus ibis) y de garza real (Ardea cinerea):

Antes de subir al coche, ya cuando nos íbamos, una rapaz nos sobrevoló a gran altura. Probablemente se trataba de un milano negro (Milvus migrans), aunque la distancia y la dureza del sol impedía ver con claridad los tonos de las alas:

Tras esta visita nos fuimos a comer al restaurante del polideportivo de Sant Hipòlit de Voltregà. La verdad que comimos sencillo y bien. Lo necesario para seguir con nuestra salida…

Seguidamente hicimos una visita al nido del pico picapinos que en la excursión de junio nos dio tanto juego. El intento fue improductivo. Al llegar ya no se oían piolar a los polluelos dentro del nido. Esperamos un rato y no vimos acercarse a ningún adulto por lo que consideramos que las crías ya habían abandonado el nido. Posteriormente investigué y en CanariWiki leí que los polluelos tardan tres semanas en abandonar el nido, aunque siguen alimentándolos algunas semanas más. En cualquier caso, habían pasado ya más de cinco semanas desde nuestra anterior visita.

Decidimos seguir nuestra ruta. Como todavía quedaban horas de sol (cosas del verano) nos animamos a subir a Tavertet. Además de ser un lugar que me gusta visitar, tiene una importante colonia de buitres que, en general, son fáciles de ver y fotografiar. Dejamos el coche en el parking de l’Avenc y nos dirigimos al mirador, donde suele haber (además de buenas vistas) buitres volando en suspensión. Estuvimos esperando un rato y sólo vimos algún ejemplar en la distancia. Finalmente nos rendimos. Eran horas de fuerte calor y supongo que prefieren estar refugiados.

Ya cuando nos íbamos, antes de coger el coche, una pareja de buitres (Gyps fulvus) nos sobrevoló:

Bueno… algo es algo… Habrá que volver en otra época del año.

Como conclusión, efectivamente julio es un mal mes para pajarear. Aún así tuvimos la suerte de pillar algún ejemplar poco habitual y descubrimos un estupendo mirador para contemplar sin molestar un gran número de garzas en sus nidos. Eso sí, Miguel Ángel (que era el que conducía) se tuvo que hacer ese día más de 270 km, muchos de ellos en carretera de montaña…


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