El arroyo de Antequina está en el norte de la Casa de Campo. No da tanto de sí como el arroyo de Meaques pero también está bien.
Al llegar al arroyo de Antequina, donde está el puente de la Garrapata, se estaban marchando de una de las mesas que hay por allí unos trabajadores de Parques y Jardines. Se ve que ya habían acabado el bocata.
Y en cuanto ellos se fueron llegaron unos pajarillos a por las migas que habían caído al suelo. Alguna foto les hice a los gorriones y a un herrerillo común, pero también había un herrerillo capuchino y ese es un pájaro que no había visto antes y que llama la atención. Es pequeño y parecía asustadizo así que no pude acercarme demasiado.



Después de dejar pasar al perro que iba paseando a su dueña vi un agateador europeo en el tronco de un árbol. Qué suerte, otro pájaro nuevo.
Es un pájarillo pequeño como el herrerillo capuchino, y también estaba lejos, pero por lo menos este estaba al sol y en un lado del tronco. Y menos mal, por que tiene pinta de saber camuflarse muy bien.

Intenté hacer alguna foto más, pero no pudo ser: el ciclista inoportuno y a la del móvil gritando sus cosas. En fin, cogí el primer sendero que vi para salir del camino.
Lo malo de los senderos es que entre la maleza no se ve casi nada, pero no todo es maleza y en un claro pude ver un zorzal común. Es un pájaro más grande que el capuchino y el agateador, pero también estaba lejos y en cuanto me acerqué un poco más se marchó.

Qué se le va a hacer. Seguí el paseo y crucé a la margen izquierda del arroyo. En esta zona hay poca maleza y poco paseante y es fácil ver aves rebuscando entre la hierba, pero en las ramas de un árbol había un picogordo común. Otro pájaro que no había visto antes y que también se marchó enseguida.

Hoy todos los pájaros son tímidos, pero no hay mal que cien años dure y al final me encontré con otros más sociables como el carbonero, el mirlo y el petirrojo. Ya los conozco, pero es de agradecer que no salgan volando cuando aún estoy lejos.


Y, como siempre, el petirrojo se dejó fotografiar sin ningún problema. Así da gusto.




Y para terminar, ya fuera de la Casa de Campo, no podían faltar las cotorras argentinas haciendo el nido.

Pues al final no ha estado tan mal.